jueves, 13 de enero de 2011

Hogar, dulce hogar



30/12/2010
El trayecto por las oscuras y desvencijadas calles de La Habana no hace sino sorprenderme. Tal vez sea buena idea entrar a este universo desconocido y expectante cuando los ojos jueces, de quienes tienen 50 años buscando requiebros, no puedan verte. La oscuridad, cómplice silencioso de los grandes misterios, es cómplice esta vez del despertar de mis sentidos. Entrados ya a la ciudad, un antiquísimo automóvil se nos cruza en el camino para recordarme que desde hoy y por siete días, todos los símbolos hablaran de reconstrucciones nunca terminadas.
En una calle de nombre curioso que lo mismo significa espacio para caminar, que dama vestida de gala, está el edificio en que nos alojaremos. Es una bonita construcción de 6 pisos de altura, cuyos balcones modernistas dan al frente de la calle. Pintado en tonos de amarillo, consigue con mucho éxito disimular sus arrugas y sus pisos dan cuenta de un esplendor que no volverá: estrellas de granito rojo, verde y amarillo. Grabo todo en mi mente y recuerdo que ese edificio podría estar en la Avenida Victoria.
Rayi, feliz, siente que ha llegado a casa. Yo confirmo que soy un hombre del pasado. Sólo a las 6 de la mañana conseguimos irnos a dormir; sabemos que hay ojos fisgones que quieren saberlo todo de nosotros, pero tal vez no les demos chance a descubrirlo.

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