viernes, 14 de enero de 2011

Amelia, La MIlagrosa











A ti Amelia, por haber escuchado con prontitud mis deseos.
Gracias le doy a usted.
Yadira, desde Boston.

Con bendición de Dios
Y tu milagro, nació una linda niña
Que llevará tu nombre
Su papá Audrey te da las gracias
.
La leyenda dice que al morir, el 3 de Mayo de 1901, Doña Amelia Goiry de Adot, víctima de alguna extraña complicación en el momento de parir a uno de sus hijos, fue sepultada con ese bebe dormido para siempre en su regazo.
Al pasar dos años hubo necesidad de exhumar el cuerpo y la sorpresa de todos, al descubrir que el bebe había cambiado de posición y estaba abrazado a su seno, la convirtió inmediatamente en icono del sincretismo religioso que camina junto a uno por las calles de La Habana. Declarada “Milagrosa” por las gentes de su pueblo, Doña Amelia perdió el lustre de sus apellidos españoles, para ganar algo infinitamente más importante: la devoción sin límites de todas las generaciones de cubanos que han nacido y crecido con el siglo.
Sin títulos oficiales y sin otro remoquete que el de “La Milagrosa” Doña Amelia es tratada y tuteada con confianza de vecina generosa, por todo aquel que requiere el milagro de una fertilidad negada por la naturaleza o padece requiebros de salud; además, su tumba es el atractivo principal de un cementerio que abunda en atractivos: el Cementerio de La Habana (o Cementerio de Colón) declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1961.
Visita indispensable tanto en el itinerario del turista despreocupado que sólo busca belleza, como en el de aquel que necesita descubrir espacios para comprender la vida, el extenso cementerio, no posee otro adorno que panteones y panteones de mármol, en las formas más caprichosas que uno pueda imaginar y atesora lo mejor del arte funerario del continente. Son notables los panteones del Cuerpo de Bomberos, una cosa maravillosamente churrigueresca; el de Don Prio Socarrás, elegante e imponente capilla modernista y, por supuesto, el de las FAR, un mausoleo digno de reyes. En el paseo por el lugar, de todos modos, es imposible no sorprenderse con muchos otros panteones, en los que se repiten bellas estatuas de la Virgen de la Caridad del Cobre (a quien por primera vez en mi vida, noto el par de balseros que la acompañan) y diversas versiones de Jesucristo resucitado. Sin embargo, no deja de sorprender que la única tumba con flores sea la de Amelia. El resto debe conformarse con visitas de curiosos y oraciones de familiares. Es lo que hay.

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